jueves, 17 de agosto de 2017

A falta de metales, buenos son los brotes... y malo el conformismo



El pasado 13 de agosto terminó la 16ª edición de los Mundiales de Atletismo, que tuvieron lugar durante 10 días en una Londres que volvió a vibrar con los mejores atletas del globo, cinco años después de sus fabulosos Juegos Olímpicos. Ante la escasez de récords mundiales (sólo uno, el de la portuguesa Inés Henriques en los recién nacidos 50 kilómetros marcha femeninos), la competición de este año será recordada por las numerosas sorpresas acontecidas: Usain Bolt se despidió de las pistas con una derrota y una cruel lesión, Mo Farah fue vencido en un 5.000 por primera vez en ocho años, los relevos vieron acabar con la supremacía de Estados Unidos en el 4x400 (desde Barcelona 1992, sanciones aparte) y Jamaica en el 4x100 (desde el sustraído oro de Pekín 2008), la reina de la velocidad Elaine Thompson se quedó a cero al fiarlo todo a un 100 en el que quedó quinta, los blancos se revelaron ante África con un doblete en el 800 masculino y los 3.000 obstáculos femeninos... todo ello ha propiciado campeones sorpresa como Ramil Guliyev, Pierre-Ambroise Bosse, Muktar Edris, Karsten Warholm, Andrius Gudzius, Hellen Obiri o Emma Coburn. Por supuesto, favoritos como Wayde van Niekerk, Mariya Lasitskene, Omar McLeod, Dafne Schippers, Consensius Kipruto, Sandra Perkovic, el propio Mo Farah en 10.000, Caster Semenya, Katerina Stefanidi, Christian Taylor, Anita Wlodarczyk, Kévin Mayer o Almaz Ayana respondieron a las expectativas, y añadieron una bonita medalla de oro a su colección.

¿Han reparado en un pequeño detalle? Efectivamente, ninguno de los nombres mencionados son de atletas españoles. No es algo que resulte especialmente extraño, el nuestro no es precisamente un país que se haya hartado a coleccionar medallas de oro en Mundiales o Juegos Olímpicos... pero, en esta ocasión, por primera vez desde la creación del Mundial de Atletismo en 1983, España se ha vuelto con las manos vacías. A nivel olímpico, ya había ocurrido en Pekín 2008 y Londres 2012, pero en esta ocasión no hay 27 deportes con los que distraer la ausencia del preciado metal. Poner paños calientes a semejante balance es inútil bajo cualquier prisma, y "fracaso" es la única palabra que refleja con cierta veracidad lo ocurrido este mes de agosto en Gran Bretaña. Es inadmisible que un país como España, que presume de tener una de las culturas deportivas más competitivas del panorama mundial, no posea los suficientes atletas de nivel como para que un mal campeonato no implique un rosco en el medallero.



No obstante, hay que ser justo y ecuánime: a pesar del mal estado de nuestro atletismo durante este verano, la situación no es ni mucho menos la de un páramo inhóspito sin vida a la vista. Existe vida, y existen grandes atletas que han sido campeones, o con potencial para serlo, y que, por diversas circunstancias, no han sido capaces de ofrecer su mejor rendimiento a la hora de la verdad. Las lesiones han sido especialmente crueles con los dos medallistas en Río, la campeona Ruth Beitia y el subcampeón Orlando Ortega, cuyas clasificaciones para las finales fueron un éxito a tenor de sus recientes parones, mientras que Miguel Ángel López sigue sin encontrar la forma que le llevó a ser campeón mundial y europeo antes de su lesión en 2016. El fondista David Bustos y el vallista Sergio Fernández fueron subcampeones europeos hace un año, y Bustos llegó a ser el mejor europeo en la final del 1.500 de Río, obteniendo diploma olímpico, pero este año las lesiones han condicionado su participación. Hasta qué punto todo esto responde a un problema endémico en la preparación de los atletas españoles es difícil de calibrar, pero no ayuda a creer lo contrario.

Del mismo modo, tampoco se puede descontar la inevitable mala suerte: Sebastián Martos, que aspiraba a la final del 3.000 obstáculos tras años de progresión, vio como sus esperanzas se ahogaban en la ría a la que se precipitó en su serie, mientras que un tropiezo con otro atleta fue lo que descartó a Ilias Fifa, campeón europeo de 5.000. Todo ello sin contar la ausencia de Bruno Hortelano, campeón europeo de 200 que, recuperándose aún de su accidente de tráfico, supo reconocer antes de tiempo que no estaría a la altura de lo que él se exigiría a sí mismo en un Mundial. Un gesto que le honra, y que quizá alguno de los mencionados, así como alguno de los no mencionados, debería haber llevado a la práctica. Por fortuna, no todo ha sido un absoluto desastre. Como dijo en su día el desastre con acento gallego que ocupa la Moncloa, "no hablamos de brotes verdes, si no de raíces vigorosas". Las raíces más prominentes, sin duda, han sido la de Adel Mechaal, que devolvió la fe en el mediofondo español con una carrera fabulosa a la que sólo le faltó un movimiento más audaz en la recta final, y la del relevo 4x400, que supo codearse de tú a tú con los mejores velocistas de la media milla, y que sólo contó con el punto flaco de Samuel García, otro hombre que vino mermado, y cuyas mejores marcas podrían haber contribuido a algo más.



Pero hay más raíces, menos visibles, pero igualmente prometedoras. Está Ana Peleteiro, que ha recuperado el esplendoroso triple salto de aquella campeona mundial junior tras años de lesiones, en su primera gran competición internacional. Está Pablo Torrijos, que se codea por fin con la élite del triple salto masculino. Está Jorge Ureña, que se ha colado en el top 10 mundial del decatlón con la intención de no detenerse ahí. Está Javier Guerra, maratoniano de élite en Europa al que sólo le falta un último salto en el escalafón mundial. Está Ana Lozano, ya entre las mejores del continente en su primer año haciendo 5.000. Están atletas como Óscar Husillos, Álvaro de Arriba, Adrián Vallés o Irene Sánchez-Escribano, quienes, pese a caer en semifinales, progresan rápido en el concurso internacional y ya rozan los puestos de honor. Y por supuesto, está la marcha, bendita marcha. Pese a la segunda decepción consecutiva de Miguel Ángel López, Álvaro Martín asoma como un viable aspirante a medallas en el futuro inmediato, acompañado de otros jóvenes como Alberto Amezcua o Diego García, todos ellos entre los 13 mejores del mundo; y en el apartado femenino, Laura García-Caro y María Pérez, ambas provenientes del 10.000, ya están entre las 10 mejores. Muchos de estos atletas darán más de una alegría al deporte español en los Europeos de Berlín del año que viene, y formarán parte de la nueva base que deberá ir a Doha y Tokio a instaurar un nuevo estatus para España en el mundo atlético.

Pero todo eso servirá de poco mientras no se cambie la mentalidad de gran parte de nuestro atletismo, tanto el que compite como el que lo gestiona, cómodo en la mediocridad y el conformismo. No nos llevemos a engaño, existen grandes competidores en nuestro país, algunos de los ejemplos mencionados más arriba dan fe, pero otros parecen bastante satisfechos con el simple hecho de salir del ambiente de los mítines nacionales, olvidándose de que estar en un Mundial no es por sí mismo un éxito. Un conformismo instaurado desde unas altas esferas que, pese a la novedosa presidencia de Raúl Chapado, aún no han borrado la actitud "odriozolista" que relativiza la mala actuación de un atleta, o busca mil excusas para ello, y que tanto se pudo oír en las retransmisiones de Teledeporte.



Este año, España llevó a Londres una delegación compuesta por 56 atletas, la más numerosa en Mundiales o Juegos desde Atenas 2004. 8 de ellos fueron repescados a última hora y, salvo la estupenda aportación de Darwin Echeverry en el relevo 4x400, ninguno de ellos se acercó a unas marcas ya de por sí insuficientes, haciendo poco más que maquillar la escuálida presencia femenina española en competiciones de estadio (de 9 a 15). De hecho, en el tradicional mítin de Sierra Nevada en julio, en el que la altura juega a los médicos con las marcas, inflándolas cual esteroide de gimnasio, tres atletas obtuvieron la mínima mundialista (muchos menos de los que podrían parecer a tenor de algunas cosas que se han escrito). Uno de ellos es Eusebio Cáceres, cuarto en el Mundial de Moscú 2013 y en el Europeo de Zurich 2014. Fue la gran promesa del atletismo español hasta que las lesiones empezaron a lastrar su rendimiento. Este año, sin haber recuperado aún su mejor forma, obtuvo la mínima mundialista en Sierra Nevada con el séptimo mejor salto del año, un 8.31. Pese a las circunstancias, cabía la esperanza de que Cáceres lograse unas marcas dignas en Londres con las que ir labrando su regreso a la élite... pero no ocurrió. Tres nulos y a casa. Algo parecido ocurrió con el pertiguista Igor Bychkov, que presentaba un mejor salto de 5.70, pero que en Londres fue incapaz de superar la primera altura, en 5.30. Hasta el decatleta Pau Tonnesen le superó, saltando 5.40. No es de extrañar que quiera priorizar la pértiga el próximo año...

De poco sirve que la Federación descarte para el Mundial a atletas que no han rendido recientemente si no se hace con todos. No puede ser que el sexto país con más atletas termine 30º en la clasificación por puntos, incapaz de conseguir una mísera medalla. Polonia, con cinco atletas menos, ha rascado ocho medallas, dos de ellas de oro, y 20 puestos de finalista, mientras que España ha tenido que conformarse con cinco puestos de finalista (Mechaal, 4x400, Peleteiro, Ortega y Álvaro Martín). Tampoco vayamos de un extremo a otro: no se puede llevar sólo a aquellos atletas que tengan opciones de final pero, a tenor de lo visto antes y durante el Mundial, una quincena de ellos no debería haber estado. Y eso siendo generoso con aquellos que han estado en sus mejores marcas o han competido a un nivel medianamente aceptable.




Teniendo en cuenta esos datos, procedí a evaluar cuantas "preseas europeas" habrían obtenido los países de éste, nuestro continente, y los resultados son aplastantes. Aún si ignoramos los países que nos superarían en este particular medallero sólo por el ocasional oro (como hemos hecho nosotros en otras ocasiones), hasta nueve naciones situaron a más atletas entre los tres mejores de Europa. El dominio, sin duda, sigue siendo del Reino Unido, que acumularía 10 campeones europeos y 26 medallas. El reducido contingente ruso, con los 19 atletas que aceptaron someterse a controles antidoping fuera de su país, sigue mostrando su fortaleza con seis campeones, y Polonia, que lideró el medallero en los Europeos de Amsterdam, acumuló en Londres más top 3 (14) que Francia o Alemania. Hasta Suiza, que llevó el mismo número de atletas que Rusia, nos superó en ese aspecto. España, sexta en el medallero de Amsterdam y el tercer país europeo con más representación tras Gran Bretaña y Alemania, terminaría en el puesto 23, entre Bielorrusia y Azerbaiyán.

Los números son incluso más sangrantes si lo evaluamos sólo a nivel europeo, en especial de cara a Berlín, y viniendo de unos Europeos de Amsterdam en los que se obtuvieron tres oros y ocho medallas, el mayor éxito de la última década. Prueba por prueba, si nos quedamos sólo con los atletas europeos, descubrimos que ningún español ha conseguido ser el mejor de Europa en ninguna disciplina. Adel Mechaal habría sido el único en "conseguir una plata" en estas clasificaciones europeas, mientras que Óscar Husillos, Álvaro Martín, Laura García-Caro y el relevo 4x400 habrían obtenido los bronces. Por ello, investigué también la participación española a nivel europeo en cada gran competición atlética desde Amberes 1920, y se obtiene un dato demoledor: es la primera vez que España no tiene un "campeón europeo" en una gran competición internacional (JJ.OO, Mundiales y Europeos) desde la anterior a Barcelona 92, el Mundial de Tokio de 1991. En la tabla, salta a la vista la acumulación de éxitos que el atletismo español empieza a cosechar a partir de Barcelona 1992 y, en especial, de Atenas 1997, que continúa de manera prolongada hasta iniciar su declive en Berlín 2009. Este incremento tiene su cénit en las 15 medallas de los Europeos de Múnich 2002, y en los Mundiales de París 2003. En estos últimos, España obtiene cinco medallas y, aunque ninguna es de oro, siete de sus atletas consiguen ser los mejores de Europa en su disciplina. No todo es negativo: en tiempos recientes, hubo menos "top 3 europeos" en el Mundial de Daegu 2011 y los JJ.OO de Londres 2012, y esos 5 vienen a ser la media de la última década.



Por supuesto, no se puede ignorar la barra libre de la que gozaba el dopaje en nuestro país hace no demasiado, tanto de los positivos detectados como de aquellos 'galgos' que lograron escapar de los 'vampiros'. Aunque es casi una certeza que otros países emplearían técnicas similares, con mayor o menor acierto, hay que ser conscientes de una realidad: comparar nuestro atletismo con el de entonces es una utopía. Que no se me interprete mal, me niego a creer que el nivel actual es el tope natural, y no hablo del flop de Londres, si no de Amsterdam. Pero es imposible pedir una serie de resultados si no existe la inversión para ello, y esto es, de nuevo, un problema federativo. España vivió durante 20 años de la inversión en jeringuillas y bolsas, pero eso ya no es una opción por los avanzados controles antidopaje, que han puesto contra las cuerdas a las mismísimas Rusia y Etiopía. La inversión a realizar debe hacerse en la formación de entrenadores, la captación de atletas, la mejora del atletismo base y el fomento de la actividad atlética como algo atractivo y con salida entre las escuelas y entre una sociedad que mira con recelo cada carrera y cada récord, y no sin razón.

Será difícil que eso cambie, pero uno no pierde la esperanza de que, en un futuro no muy lejano, los atletas españoles se dejen ver en las finales de las competiciones internacionales en la misma proporción que franceses, británicos y alemanes. Materia prima hay, pero poco se podrá hacer mientras el diamante siga sin poder pulirse. Por lo pronto, esto es lo que hay, ni tanto ni tan calvo. Suspender la participación española en Londres no es suspender al atletismo español, pero este, y sus estrellas, necesitan reivindicarse. Y más estrellas que les acompañen.

PD: Me pareció curioso leer depende qué cosas en Internet sobre Adel Mechaal, que vive en España desde los dos años, Ilias Fifa o Pau Tonnesen. Entiendo que la gente aún puede recordar los éxitos de Sandra Myers, Niurka Montalvo, Glory Alozie o Joan Lino, amén de otros nacionalizados de menor fortuna, pero este caso denota que no se ha avanzado demasiado en 20 años, si es que no se ha retrocedido. Y si, estoy a favor de que un atleta pueda competir por otro país, como con Orlando Ortega, siempre y cuando que eso no sea fruto de una adquisición a golpe de talonario, como las de Turquía o Azerbaiyán.

PD2: Adjunto una tabla adicional con todos los atletas españoles que alguna vez se situaron entre los tres mejores de Europa en su disciplina, desde los pioneros Mariano Haro, Jordi Llopart y Mari Cruz Díaz. También incluye a los dopados que no perdieron esos resultados: no tengo motivos para creer que los demás no lo hicieran por entonces, y mientras no te pillen ni te los anulen, computan.

martes, 14 de febrero de 2017

Lo de Objetivo Eurovisión, for Dummies


Cuando empiezo a escribir estas líneas, es lunes por la tarde. Han pasado ya más de 40 horas desde que terminó la gala de Objetivo Eurovisión la noche del sábado al domingo, y el programa sigue figurando en la lista de Trending Topics en España, pero no por los motivos deseables, ni por asomo. La noche del sábado al domingo, se eligió al representante de España en el Festival de Eurovisión, pero por el camino, se quedó mucha de la buena reputación de la que este enorme evento gozaba en nuestro país, tras una de las emisiones televisivas más vergonzosas que uno recuerda. Ocurrió tanto, y tan malo, que "las redes" aún echan humo, aunque no tardarán en dejar de hacerlo, porque las propias redes queman la cerilla lo más rápido que pueden, y luego se encuentran con otra.

Esa cantidad de factores incendiarios ha generado una diversidad de opiniones, reacciones y facciones, en las que se dispara a varios objetivos sin centrar el blanco. En general, existen dos corrientes de indignación bastante marcadas ante los que se consideran como los grandes responsables de tal despropósito, que ha hecho incluso que un partido mayoritario en España como el PSOE (además de la naufragada UPyD) pidan explicaciones al Parlamento español. Sin embargo, prácticamente todas las personas que no vieron la gala (que debieron ser unas cuantas, a juzgar por el 8,9% de share de Objetivo Eurovisión, mientras que Antena 3 y Telecinco atraían el 30% con dos películas) y muchas de las que sí la vieron no tienen muy claro cuales son los responsables de tal caos, ni qué fue exactamente lo que salió mal, ni como se pudo permitir que algo así ocurriese. Los orígenes de todo eso se sitúan mucho antes de esta gala, y mucho antes de este año, y aquí, un humilde servidor, un simple fan cuya actividad profesional no tiene nada que ver con lo que aquí nos ocupa, tratará de explicarlo de la forma más sencilla (que no breve, tiene miga el asunto) posible.

BREVE HISTORIA DE MISIÓN SALVEMOS DESTINO MIRA QUIÉN VA 

OBJETIVO EUROVISIÓN


Eurovisión es un espectáculo de masas como pocos en el mundo, lo más parecido que existe en Europa a la Superbowl. A nivel mundial, más de 200 millones de espectadores conectan cada año con la final del Festival, con shares monstruosos de más del 35% en más de 40 países. El año pasado, fue el tema más comentado en Twitter en nuestro país, superando a los Juegos Olímpicos de Rio, la Eurocopa de fútbol, las elecciones generales e incluso el fenómeno veraniego de Pokémon Go! Incluso a pesar de que la audiencia de la final en España fue la más baja desde 2007, sus 4.3 millones de espectadores y su 29,8% de share le sigue garantizando un estatus como uno de los buques insignia de Televisión Española. Tras pasar por épocas muy complicadas, la reintroducción de los jurados nacionales en 2009 ha devuelto progresivamente el foco sobre la música y, aunque lo kitsch y lo friki siguen dejándose ver de tanto en tanto, la calidad musical no ha parado de crecer cada año, desterrando la imagen de evento musical casposo y politizado que se ganó en los años 2000... bueno, se desterró en todos lados menos en Reino Unido (digno de otro artículo separado) y en España, donde TVE se ha empeñado, año a año, en echar gasolina sobre los estereotipos ya asentados.

El espectador medio español no suele preguntarse cómo ha elegido cada país su cantante y canción para competir en el certamen, porque España nunca ha sido un país de preselecciones. Miento, lo fue, en sus inicios, celebrando una final nacional en siete ocasiones entre 1961 y 1971, año en el que se celebró el fabuloso Pasaporte a Dublín. Con la excepción de 1976, todos los representantes nacionales fueron elegidos de forma interna, método conocido como dedazo, entre 1972 y 1999. Mucho más barato (aunque no siempre) y sencillo para el ente público. Mocedades, Betty Missiego, Bravo, Nina, Azúcar Moreno, Sergio Dalma, Anabel Conde y Marcos Llunas trajeron grandes resultados, pero ninguno logró coger el relevo a Massiel y Salomé. Tras tres décadas de sequía, José Luís Uribarri, el mítico comentarista de TVE, recuperó el concepto de final nacional en el año 2000 con el Eurocanción, la típica gala musical larga, aburrida y tediosa de la época que dio lugar en 2001 a una segunda edición aún más larga, más aburrida y más tediosa (aunque esta vez el ganador, David Civera, lograse un gran sexto puesto en Eurovisión). Operación Triunfo vino al rescate en 2002, y España lució al triunfito de turno durante tres años, coleccionando tres top 10, pero la victoria siguió resistiéndose. Llegó 2005, y con él, la nueva directora de programas de TVE, Toñi Prieto. Aquí empezó la debacle absoluta.

En los siguientes años, España alternó los dedazos (Las Ketchup en 2006, Pastora Soler en 2012, El Sueño de Morfeo en 2013 y Edurne en 2015) con intentos de preselección a cada cual más vergonzoso: el Elige Nuestra Canción de 2005, en el que la competencia de Son de Sol fue de tal calibre y nivel que Las Supremas de Móstoles se quedaron a un 3% de ser elegidas; el Misión Eurovisión de 2007, un cambalache de siete shows en el que se elegía a cantante y canción por separado (imitado en parte por Alemania en 2017, de forma igualmente decepcionante); el Salvemos Eurovisión de 2008, un desastre perpetrado en MySpace y ganado por una broma viral de Buenafuente; el Eurovisión: El Retorno de 2009, plagado de problemas técnicos en sus tres semifinales y su final (fusionada con la última semi por falta de audiencia); el Destino Oslo de 2010, marcado por el trolleo de Forocoches con John Cobra y su incitación al sexo oral; el Destino Eurovisión de 2011, donde Boris Izaguirre privó a la eventual ganadora Lucía Pérez de intentar ir a Eurovisión con su canción predilecta, y el Mira Quien Va a Eurovisión de 2014, en el que el duelo entre Ruth Lorenzo y Brequette abrió una virulenta guerra civil eurofan.



De todo eso, sólo se pudieron salvar dos décimos puestos, con Pastora Soler (quinta para los jurados europeos) y Ruth Lorenzo. El resto, del decimoquinto puesto para abajo, en la peor racha española en Eurovisión de la historia. Tras el enésimo batacazo, obra de Edurne, nadie movió un dedo en TVE para cambiar la situación. Se optó por volver a las preselecciones en 2016, y seis cantantes pelearon por ir al Festival en una gala que, como de costumbre, se celebraba en un plató, con un escenario pequeño y nada atractivo, y unos problemas de realización y sonido dignos de Albania. No, ni eso, que ellos tienen un Festivali i Kengës que lleva años dando sopas con hondas en ese aspecto a los nuestros. Ganó Barei, y su propuesta, la primera de España íntegramente en inglés, se hundió en el Festival pese a partir con opciones de buen resultado. El público eurofan español había tenido suficiente, y desde Internet se señaló a los encargados organizar cada año la candidatura de España dentro de TVE como los responsables de años de fracaso.

Si, responsables, en plural. Porque no sólo el asunto dentro de nuestras fronteras dejaba que desear, si no que los problemas se extienden a la delegación española en los Festivales, cuyo control absoluto recae sobre Federico Llano, subdirector de un departamento de Festivales de TVE compuesto por él y por la señora Prieto, y el jefe de la delegación que acompaña al artista cada año al país donde se organiza Eurovisión. Llano ya había sido objeto de críticas estos años por la flagrante falta de promoción de las candidaturas españolas antes del Festival (salvo que la discográfica la pagase), algo habitual en el resto de países, y por su complicada relación con la prensa y con otras delegaciones.

De una década a esta parte, los cada vez mayores recursos técnicos de los escenarios de Eurovisión obligan a cada delegación a cuidar hasta el más mínimo detalle: una realización espectacular puede ser clave, como demostraron Suecia en 2015 o Rusia el año pasado. Pocos días después de Estocolmo 2016, salieron a la luz los documentos que demostraban que Llano no envió la propuesta visual del equipo de Barei a la televisión sueca, y que hubo que preparar toda la realización a la carrera durante los ensayos, derivando en un pobre espectáculo visual que no acompañó en absoluto a la canción. Una situación que recordó a la ya vivida en años anteriores con Soraya, Lucía Pérez y El Sueño de Morfeo. Barei criticó además el excesivo intervencionismo del jefe de delegación en todo lo relacionado con la propuesta del artista. La reacción del presidente de RTVE: criticar a Barei por cantar íntegramente en inglés. Con un par.

SEGUNDAS PARTES NUNCA FUERON BUENAS


Llegamos a 2017, el año de la explosión. En esta ocasión, se optó por dar una vuelta de tuerca al formato, y se reabrió la preselección a Internet seis años después, aunque en esta ocasión sólo una propuesta pasaría a la final televisada junto a otros cantantes. Este proceso, conocido como Eurocasting, fue puesto en manos del equipo de redes de RTVE.es, que goza de una gran consideración entre los eurofans por su excelente gestión en redes sociales y su pasión por todo lo relacionado con Eurovisión, por lo que son conocidos cariñosamente como los 'pericaris'. Ante las cámaras, Paloma García Quirós e Irene Mahía. Tras ellas, César Vallejo.

De entre casi 400 propuestas, se seleccionaron a 30 artistas, que se sometieron a una votación online. Los 10 más votados pasaron un escrutinio privado ante un jurado experto, que debía seleccionar tres propuestas para competir en una final que se emitiría en streaming. Esta fase deparó un intensa polémica, ya que Brequette no pasó de ronda con su 'No Enemy', considerada por muchos la gran favorita (no en mi caso). La final del Eurocasting fue un soplo de aire fresco y una muestra de que las cosas, con interés, se pueden hacer bien. En un plató pequeño, con apenas cuatro duros, se realizó una gala ágil, divertida y bien guionizada, en la que los tres cantantes pudieron interpretar sus temas sin problemas de sonido, y que contó con un espectacular directo del 'Bandido' de Azúcar Moreno, 27 años después.

LeKlein ganó por aplastante mayoría el pase a Destino Eurovisión ante Fruela y el ex triunfito Javián. Ahí se encontraría con otros cinco cantantes. Tres de ellos (Mirela, Paula Rojo y Mario Jefferson) fueron seleccionados en noviembre, como desveló Eurovision-Spain. Los otros dos, Manel Navarro y Maika, llegaron como sustitutos de emergencia de un Rafa Blas que se bajó antes de ser anunciado. Según las malas lenguas, por negarse a incluir algo de castellano en su canción, algo que todos los demás seleccionados internamente cumplieron a rajatabla, incluído el propio Manel, cuyo tema estaba íntegro en inglés.

Desde TVE se quiso desterrar los fantasmas de 2016, asegurando que se había aprendido la lección, que se quería ofrecer una gala a la altura, sin problemas técnicos y con un escenario moderno y acorde. Pues bien, sólo se cumplió lo último (y a medias), dado que la gala volvió a celebrarse en un plató. El rayo de luz que esgrimió la final del Eurocasting se fue al traste con una gala que dio la impresión de estar muy improvisada: la fecha no fue anunciada hasta seis días antes, no se supo nada del sistema de votación ni del jurado hasta el jueves (ahondaremos en ello después), y el ganador de Eurovisión en 2009, Alexander Rybak, comentó en Instagram que ese mismo día se le llamó para cantar en la gala, teniendo que rechazar la invitación por lo increíblemente tardía de la petición.



Todo el tufo de las galas más casposas de siempre se intuyó desde el principio, con un extraño medley inicial, un ritmo pesado y aburrido, la inexplicable interrupción para que la modelo y presentadora Nieves Álvarez pudiese comentar generalidades sobre vestiditos y 'outfits' durante un minuto, el lamentable playback de toda una subcampeona de Eurovisión como Karina y su "En un mundo nuevo" (por si las patadas al Pasaporte a Dublín no hubiesen sido suficientes) y la tediosa espera entre la última actuación y las votaciones, que incluyó un teatrillo musical digno del mejor José Luís Moreno. Correctamente actuado por Roko y Edu Soto, todo sea dicho.

La parte técnica en las actuaciones siguió dejando que desear, aunque a menor nivel que en 2016: problemas de sonido con Manel Navarro y Paula Rojo, dos cruces de cámaras en los primeros quince segundos de la canción de Mirela y unas pantallas LEDs mal ubicadas y absolutamente desaprovechadas. La única que pudo sacarle partido, LeKlein, sufrió una realización criminal que llegó a dejar durante 20 segundazos un plano cenital enfocando la pantalla del suelo. Ella, una de las grandes favoritas, no tuvo un directo a la altura, al igual que Manel y Mirela, mientras que los otros tres, los tapados, destacaron positivamente en este aspecto (en especial Maika). De poco les sirvió.

En la publicación de las condiciones del concurso, TVE confirmó que, para las votaciones, habría un jurado presencial compuesto por tres miembros: Xavi Martínez, locutor y presentador de Los 40 Principales, Javier Cárdenas, presentador en TVE y locutor en Europa FM, y Virginia Díaz, presentadora en Radio 3, la cadena musical de RTVE. La votación de dicho jurado supondría el 50% de la puntuación, y el otro 50% lo determinaría los votos del público. Esto ya representaba un paso atrás respecto a 2016, donde se utilizaron cuatro jurados internacionales con un poder del 30%, junto al 30% del jurado presencial y el 40% del televoto. Pero además, se confirmó que, en caso de empate, sería el jurado el que decidiría el ganador, y no el televoto, como es costumbre en la práctica totalidad de las preselecciones europeas. Para añadir más leña al fuego, no bastaba con que el ganador fuese el más votado por el jurado, si no que cada uno tendría que pronunciarse sobre su favorito. El acabóse.

Más polémico aún que el método de votación, que ya es difícil, es la composición del propio jurado, y en especial, de la elección de Xavi Martínez. El locutor catalán mantiene una buena relación personal con Manel Navarro y contribuyó a que su canción, Do It For Your Lover, sonase en Los 40 con frecuencia. Los otros dos miembros del jurado también habían contado con la presencia de otros candidatos en sus programas, y el propio Xavi Martínez había hecho sonar mucho a Paula Rojo en anteriores ocasiones, pero su conexión con Manel, reflejada públicamente en intercambios de tuits, prendió la mecha que estalló la noche del sábado.



Aquella noche, gran parte de los 150 asistentes invitados por TVE, muchos de los cuales pertenecientes al colectivo fan OGAE España, se manifestaron de forma repetida a favor de la victoria de Mirela, con continuos "Mirela a Eurovisión". Una actitud que ningún otro público europeo manifiesta en ninguna otra preselección, pero que aquí ha sido habitual desde los tiempos de Operación Triunfo. Todo ese público terminó volcando su ira con insultos y acusaciones de tongo hacia Xavi Martínez, que fue el primero en votar, después de que este otorgase la puntuación más baja, 5 puntos, a Mirela, y la más alta, 12 puntos, a Manel Navarro. Cárdenas, que no tuvo éxito pidiendo al público respeto para los cantantes, optó por dar los 12 a Mirela y 10 a Manel, pero Virginia Díaz repitió el patrón de Xavi. Manel Navarro, por tanto, contaba con 34 puntos, nueve más que la gran sorpresa, Mario Jefferson, que se quedó sin opciones al ser el menos votado por el público, y doce más que Mirela y LeKlein.

En el cómputo del televoto, no obstante, Mirela fue la más votada, llevándose 36 puntos. Manel terminó en tercer lugar tras LeKlein, y obtenía sólo 24 puntos: empate. Con los ánimos y los nervios a flor de piel, la innecesaria segunda opinión del jurado no deparó cambios: los tres mantuvieron su opinión. Manel era el ganador. La decisión fue respondida con continuos gritos de tongo, abucheos e insultos hacia el vencedor, que tuvo que aguantar en el escenario mientras el equipo de producción tardaba casi cuatro minutos en encontrar su guitarra. En un arrebato de inexperiencia y nerviosismo, el cantante, que sólo tiene 20 años, dedicó un velado corte de mangas a quienes le insultaban, cazado perfectamente por las cámaras. Incluso Jaime Cantizano, un presentador curtido en mil batallas tras lidiar durante ocho años con situaciones inverosímiles en un programa de cotilleo, y que había realizado una buena labor, se vio superado por la situación, y fue incapaz de calmar al público.

Por suerte, la guitarra llegó, Manel cantó y se echó el telón. La vergüenza había terminado. O eso se creía. Ante el aluvión que se le vino encima, Xavi Martínez abandonó el plató rumbo al backstage incluso antes de que terminase la emisión. Allí, ante la mirada de Virginia Díaz, fue increpado y agredido por uno de los asistentes a la gala, cuya identidad fluctúa entre un simple fan, un familiar o un compositor, dependiendo de a quién se le pregunte. Las redes sociales estaban incluso más alteradas, pero no por la actitud de la turba. La consideración general era que TVE había manipulado todo el proceso para conceder la victoria a Manel Navarro, dando poder de desempate a un jurado en el que había gente relacionada con el cantante, y que tanto Xavi Martínez como Virginia Díaz habían votado estratégicamente para perjudicar al máximo a Mirela. Ambos han desmentido que sus votos hayan estado condicionados, y el locutor de Los 40 publicó una extensa carta en la que defendía su criterio, además de confirmar la agresión. Ninguno de los dos quiere saber nada más de Eurovisión, y con todos los motivos del mundo.

La indignación ha derivado en campañas en Twitter, peticiones en Change.org e incluso las mencionadas peticiones de partidos políticos para que TVE dé explicaciones sobre lo ocurrido. Este lunes, era el turno de la rueda de prensa de Manel Navarro ante los medios, donde se esperaba que compareciera acompañado de Federico Llano y Toñi Prieto. Ninguno de los dos lo hizo. Se mantuvieron sentados en primera fila, delante de la prensa, sin intervenir ni responder preguntas. Salvo una breve presencia inicial de Paloma G. Quirós e Irene Mahía para introducir a Manel, el chico se vio completamente sólo ante los periodistas, sólo con la asistencia puntual del jefe de prensa de TVE. La desventaja era tal que los periodistas aplaudieron hasta en dos ocasiones a Manel en señal de apoyo por la situación, y exigieron explicaciones a un jefe de prensa que se limitó a tirar balones fuera. Los "¡Federico, di algo ya, hostia!" y "Es más fácil acceder a Belén Esteban que a Toñi Prieto" lo dicen absolutamente todo.

Y AHORA, ¿QUÉ?


Así que esta es la situación actual. Existen dos corrientes de opinión en el mundo eurofan pidiendo dimisiones en Televisión Española por lo sucedido en Objetivo Eurovisión, unos por acusaciones de tongo y elección corrupta de candidato, y otros por el enésimo despropósito de gala, tanto en formato como en ejecución, que llevó a cabo la televisión pagada con los impuestos de todos, culminada por la libertad con la que decenas de cafres llevaron a cabo en un plató de Leganés un motín digno del Bounty. Asi pues, ¿ocurrirá algo? ¿Habrá dimisiones? ¿Manel renunciará o será desposeido de su candidatura en favor de Mirela? Pues la respuesta a las tres puede ser perfectamente un no.

TVE lo tuvo a huevo para utilizar a Llano y Prieto como cabezas de turco el año pasado ante el clamor que pedía sus dimisiones o sus despidos, pero no lo hizo. Es cierto que lo de este año ha ido mucho más lejos, no sólo por permitir la entrada de un público cuyo comportamiento ha sido incluso más vergonzoso que en anteriores pres, que ya es decir, si no por unas acusaciones que tienen su fundamento. ¿Qué necesidad había de no publicar las normas hasta dos días antes? ¿Qué necesidad había de prescindir del jurado internacional? ¿Qué necesidad había de meter en el jurado a Xavi Martínez? Y sobre todo, ¿qué necesidad había de modificar un criterio tan universalmente extendido como "en caso de empate, el público decide"? Ninguna. Era absolutamente innecesario. Melody (2009) y Brequette (2014) se quedaron sin ir a Eurovisión por un criterio que, de repente, ya no es válido, sin ninguna razón lógica ni explicación que lo sustente.

Por ello, entiendo a quienes lo critican, porque da toda la sensación de ser un proceso teledirigido para disfrazar un dedazo como una preselección, pero no entiendo a quienes atacan personalmente a los implicados.Las normas se conocieron tarde, pero lo suficientemente pronto para que Mirela, o cualquier otro candidato, se quejase. Nadie lo hizo, y Mirela perdió en base a las normas. Estúpidas y condicionadas, pero normas al fin y al cabo. Ni Manel tiene la culpa de que TVE haya diseñado un proceso a medida para que él ganase, ni Xavi Martínez la tiene de que TVE le llame para votar en un proceso en el que participa un conocido suyo. Las críticas, principalmente, llegan de los fans de Mirela, una cantante que cuenta con cierta simpatía tras presentarse sin éxito en 2007 y 2009, y de un sector de eurofans, representado por la mencionada OGAE España, propenso a "divas de ventilador", y que cree tener el poder de decidir quién va a Eurovisión y quién no. Algo normal cuando se les ha dado acceso y poder a los mismos durante varios años. Un sector que ha prolongado estereotipos negativos y manchado el nombre de la palabra 'eurofan' con su actitud caciquista, y a los que espero que TVE ponga el freno de inmediato.

Aunque quizá eso es mucho esperar. Como digo, no me sorprendería en absoluto que ni Federico Llano ni Toñi Prieto sufriesen consecuencia alguna por lo ocurrido, a pesar de su repercusión. Puede pasar perfectamente como el año pasado: aguantar el chaparrón durante una o dos semanas, y a otra cosa, mariposa. Como Eurovisión no se celebra hasta dentro de tres meses, la gente eventualmente se aburriría o se olvidará, y se vivirá el Día de la Marmota con este asunto de nuevo el año que viene. Eso si se celebra preselección, porque después de esto, las apuestas para un dedazo en 2018 están en 0,2/1.



Luego está el tema de la preselección en sí, de la enorme dejadez con la que se trata este asunto. A pesar de los ratings que Eurovisión genera, y de que España es uno de los cinco países que pasa directamente a la final todos los años por su aporte económico a la Unión Europea de Radiodifusión (EBU), TVE sólo destina 700.000 euros a Eurovisión, un importante espacio cultural, mientras se gasta millones en series cuya calidad y audiencia palidecen, o en sospechosas galas anuales. Pero a pesar de ello, esa cantidad es más que suficiente para hacer un espectáculo a la altura. Nadie pide que TVE haga algo como el Melodifestivalen o el Festival de San Remo, eventos que abarcan varias galas y consagrados a lo largo de décadas (aunque es triste no poder pedirlo, es la realidad), pero es patético ver cómo, año tras año, países como Albania, Bélgica, Islandia, Letonia, Hungría o Estonia realizan shows espectaculares, de gran factura técnica y con una buena calidad musical, pese a tener muchos menos recursos que España. Lo que los cantantes muestran ahí, está listo para llevar con lacito a Eurovisión, sin tocar casi nada. Y en muchos casos, no es cuestión de longevidad: el A Dal húngaro y el UMK finlandés empezaron en 2012. El Supernova letón, en 2015. El Eurocasting demostró que se puede hacer una preselección asentada y bien hecha, si se quiere. Por mucho que Toñi Prieto diga que el formato debe cambiar cada año porque si no, "no tiene gracia".

Luego, la gente se quejará de que por qué no nos votan, que nos tienen manía, que el español no gusta, que si las políticas... Es mucho más simple: es imposible llevar propuestas de calidad con preselecciones así, sean en español o en inglés, más aún cuando nadie tiene claro dónde y a quién enviar su propuesta por la falta de transparencia. La propia Toñi admitió que apenas les habían llegado unas 20 propuestas por vía interna, y es lo más normal del mundo. ¿Quién va a poner su carrera en juego sometiéndose a una gala mal producida, dónde no se le oye bien, donde la cadena tiene otras intenciones y donde el público cree estar en la Francia del siglo XIX? Sólo se puede optar a artistas que no tienen nada que perder, gente que comienza o sin apoyos que lo hará todo por tener una promoción pírrica (TVE ni siquiera hizo una rueda de prensa previa con los finalistas. ¿Pa qué?), y con propuestas sin madurar, maquetas que necesitan 200 arreglos o parches en spanglish. Para esto, mejor se hace un dedazo (en septiembre, no en febrero como con Edurne) que asegure un mínimo de calidad. Tras una racha lamentable, Francia cambió hace dos años de jefe de delegación, el cual ha hecho dos dedazos, pero con propuestas modernas y de gran calidad. Mientras en España hacíamos el rídiculo, Álvaro Soler, que ha sido el artista revelación en Europa, sacaba a pasear su 'Sofía' por San Remo ante el clamor general. Esta es la clase de artistas que España debería llevar a Eurovisión, y la clase de artistas que no quiere ni acercarse a los tejemanejes de TVE.

Lo cierto, y esto ya es mi opinión, es que no me gusta la canción de Manel ni la de Mirela. 'Do It For Your Lover' me parece un intento a medio gas de subirse a la ola de Frans (representante sueco en Estocolmo 2016 que quedó quinto), plano y con poca potencial a nivel de escenografía. Sin embargo, de las dos, es la que tiene más proyección, por que es un sonido simple, directo y desenfadado que engancha al espectador casual, ese que no sigue preselecciones (y qué bien hacen...). O se pega el batacazo padre, u obtiene un resultado digno (top 15). 'Contigo', por su parte, parece un descarte de Caribe Mix 2003. Anticuada y con una letra sin sentido. Y eso sin contar la tendencia de Mirela a cantarla gritando, que suele pasar factura en un gran escenario. La típica petardada de chiringuito que la gente cree que gusta en Europa "por que suena a España" y por que "es lo que esperan de nosotros". Si lo mejor que se pudo conseguir con (mejores) canciones de este estilo en el apogeo del pop latino fueron un sexto, un octavo (gallos de Beth mediante) y un décimo puesto, ¿qué hace pensar que ahora puede quedar mejor? España, con cariño, ve a GAES. Y actualiza tus gustos, que parece que nos hemos quedado atascados en Copenhague 2000.



No, Mirela no va a ir a Eurovisión. No este año. No hay manera. A la EBU, la encargada de gestionar el Festival, le da absolutamente lo mismo cómo se elija al candidato y con qué criterios. Ni siquiera se inmiscuyeron en la desastrosa preselección de Serbia y Montenegro en 2006, en la que hubo un deliberado juego sucio enmarcado en un conflicto territorial, y lanzamiento de botellas al escenario. Dos días antes de la fecha límite, la EBU le dijo a las teles serbia y montenegrina que se apañasen ellas solas. El no reconocimento de la tele serbia al ganador montenegrino derivó en la retirada del país en esa edición. Incluso en el caso de que el Congreso, RTVE o Mariano Rajoy en camisa de lentejuelas anulasen el proceso, contad con que, como mucho, lo máximo que se lograría es que España se retirase, y es una probabilidad muy remota. Además, no creo que sea la solución, ni ahora ni en el futuro, aunque a Italia y a Portugal les haya servido. Somos muy particulares: si dejamos de ir, o ya no volvemos, o lo hacemos sin cambiar nada.

¿Qué se debería hacer entonces? Dejar de buscar culpables donde no los hay (Manel Navarro, Xavi Martínez). Los culpables únicos y últimos son Federico Llano y Toñi Prieto, a los que este año se les sumó Ana María Bordas, de la que desconozco su implicación directa en el asunto. Ellos dos son los que deben responder, pero no sólo a lo de este año, si no a lo de los últimos 12 años. Ya está bien de otorgar un sueldo pagado con los impuestos de todos a dos directivos que han demostrado una incompetencia continuada. Ya está bien de malgastar recursos públicos en espectáculos lamentables en horario de máxima audiencia. Ya está bien de hacer favores a discográficas y a los mismos compositores todos los años, despreciando la calidad de otras opciones. Ya está bien de hundir la marca Eurovisión en España y de alejar de ella a grandes cantantes nacionales. Ya está bien de desterrar el buen trabajo y la pasión por Eurovisión a los Periscopes. Ya está bien de hacerlo absolutamente todo en el último momento para cumplir el expediente. Ya está bien de que España, un país con dos victorias en Eurovisión, siga sin pisar un top 5 desde 1995. Y sobre todo, ya está bien de tomarnos el pelo. Ojalá Manel se traiga un gran resultado, pero haga lo que haga España en el futuro (bendita doble nacionalidad francesa), yo seguiré viendo Eurovisión. Aunque os empeñaseis en montar peleas ilegales de pavos en la pre española y llevar al ganador a Festival, eso no me lo vais a quitar.

jueves, 20 de octubre de 2016

FOM, no has entendido nada



Allá por un 14 de abril, Víctor Abad, más conocido por su canal de YouTube F1InfoYT, por el que ha recibido el apodo de Efeuno, me contactó. Anteriormente yo había colaborado con él en una especie de podcast que emitió en su canal pero, en esta ocasión, el asunto de su mensaje era muy diferente. Víctor, cuyo canal es un compendio de vídeos informativos y humorísticos, había tomado la decisión de realizar y publicar en su canal un documental que recogiese todas las aportaciones que España había realizado a la Fórmula 1 a lo largo de la historia del campeonato. Sabedor de mi pasión por la Fórmula 1 histórica, Víctor me comentó la idea que había tenido para conocer mi opinión.

Mentiría si dijera que no fui escéptico al principio. Aunque Víctor tiene un talento innegable a la hora de hacer vídeos, meterse en semejante empresa era un percal de cuidado. No solo había que recopilar información en grandes cantidades para poder contrastar el contenido, si no que el material audiovisual y la edición necesarias no eran moco de pavo. También hay que decirlo: quizá su concepto inicial era un pelín demasiado ambicioso en sus objetivos finales, o al menos así lo vi, y éramos consciente de que las imágenes de FOM en YouTube son un asunto peliagudo... Pero la idea era fabulosa. No recordaba haber leído ni visto un proyecto similar, y si quedaba bien, podía suponer un archivo de gran valor didáctico e informativo para quienes desconocieran la labor de nuestro país en la Fórmula 1 antes de 2003. Y lo más importante: el proyecto no tendría ningún tipo de monetización activada: sería literalmente por amor al arte. Con todo ello en mente, le animé a desarrollarlo.

LA GESTACIÓN


Durante el primer mes y medio, ejercí una labor de consultor. Mientras Víctor recababa la información por su cuenta y redactaba un primer borrador de guión, me iba pasando algunos fragmentos. Avanzó a buen nivel, y ya había llegado a los 90 en mayo. A principios de junio, surgió la oportunidad de trabajar de forma conjunta en el guión, vía Skype, en lo que en principio era una labor de pura revisión gramatical y estilística, procurando añadir cosas interesantes o relevantes que se hubiesen obviado. Al final, el guión fue remodelado y parcialmente reestructurado, en gran parte, para favorecer al producto final, siempre usando como referencia el texto base de Víctor y con su total aprobación.

Incluso con la llegada de los siempre complicados meses de verano, en los que el tiempo libre se emplea en actividades más orientadas a la recreación, la cosa fue viento en popa, no sin atravesar algunos bloqueos en forma de contraste de la información (que, en casos como el de Jarama 1970 o Jerez 1997, podía llevar horas) o formas de introducir hechos relevantes sin hacerlo demasiado pesado para el espectador. Tras descartar la idea de las entrevistas por falta de medios y afrontar una amplia labor de adelgazamiento del denso bloque de los años 2000, el trabajo de guión concluyó a mediados de agosto, cuando inicialmente Víctor pensaba lanzar el documental en julio. Obviamente, allá por abril no sabía a qué se enfrentaba. 

Mi labor concluyó aquí. A partir de ese momento, era el mencionado YouTuber quien debía continuar la ya iniciada y ardua labor de descargar, descargar y descargar, para después editar, editar y editar. Las tres primeras décadas eran difíciles por escasez de imágenes; las tres siguientes, por exceso. El producto, aún así, fue tomando forma. Los primeros avances eran muy prometedores, y la premiére privada de la primera media hora, a finales de julio, había levantado unas opiniones increíblemente positivas entre el selecto grupo de personas, entre el que se encontraban profesionales del motor y personas con conocimientos de la época, que pudieron verla. No es para menos: el trabajo de Víctor con la edición ha sido descomunal. Planos escogidos con gusto, imágenes y vídeos muy ilustrativos, algunos de ellos bastante raros de encontrar, un metraje cuidado y una selección musical a la altura dentro de las limitaciones por derechos, aunque le llevase horas de búsqueda entre las bibliotecas musicales a su disposición.

Curiosamente, el mayor obstáculo de todos fue encontrar unas imágenes de 2012; en concreto, videos en pista de Pedro Martínez de la Rosa en su andadura en HRT, gracias a la política de la FOM de enfocar a los equipos de la parte baja cada vez que pasa el cometa Halley. Una semana de búsqueda y descargas para apenas un minuto de video. El 9 de octubre, el video quedó terminado, a falta de pequeños detalles técnicos. Víctor lo tenía todo pensado: premiere final el martes 11 y publicación el viernes 14 a las 19:00, justo seis meses después de que surgiese la idea. De nuevo, la opinión del reducido grupo que pudo ver el trabajo final fue unánime. Resulta muy poco humilde que yo diga algo así de un proyecto en el que he participado, pero tenía la impresión de estar ante una obra imprescindible para cualquier fan de la Fórmula 1. Quedaba poco para que el gran proyecto viera la luz...

EL 'ABORTO'


Pero con la iglesia hemos topao. En este caso, la FOM, el órgano encargado de controlar todos los derechos audiovisuales de la Fórmula 1 en todos los campos imaginables. A pesar de que el video había sido publicado en privado, y de que absolutamente nadie más que los que tenían el link podían verlo, este organismo remarcó varios tramos del video y lo bloqueó. Dichos tramos no tenían nada de especial que los diferenciase del resto del documental, podrían haber marcado otros perfectamente, pero fueron esos. Y fuimos conscientes del problema. A pesar de que al principio del documental queda totalmente claro que es una labor sin ánimo de lucro, cuyo uso está amparado en las leyes del copyright, YouTube ejerció de brazo ejecutor sobre algo que apenas estuvo subido unas tres horas. No había nada que hacer al respecto.

Se valoraron otras opciones, pero todas fueron en vano. A pesar de los eternos tiempos de subida, ninguna web de alojamiento de video ofrece las facilidades a la hora de subir un video de hora y media que da YouTube, en especial en lo que se refiere al procesamiento del mismo, y las que sí lo permiten hacían imposible poder comprobar la opinión y el ‘feedback’ de quienes lo viesen. Callejón sin salida: la publicación del documental fue retrasada ‘sine die’, y así permanece a día de hoy. Por suerte, surgieron opciones alternativas, aunque mucho menos inmediatas, en las que se sigue trabajando para poder ofrecer el documental públicamente, y se espera que, en menos de un mes, se pueda distribuir públicamente.

Estos son los hechos. A partir de aquí, mi opinión. No soy idiota (aunque a veces lo piense por cosas que no están relacionadas con esto). Sabía desde el primer día, al igual que Víctor, que, incluso con una edición inteligente que permitiese emitir imágenes de Formula 1 sin mostrar ningún logotipo identificativo (sin recurrir a los sobados y cutres efectos de espejo y marco), la FOM podría acabar tirando abajo el video. Y, aunque no esperaba que sus largos tentáculos llegasen también hacia videos sin publicar, no me sorprende del todo; encaja perfectamente en su actitud hacia todo lo relacionado con la Fórmula 1 que no cuenta con su aprobación ni pasa por su filtro. Un filtro que, como todo lo que tiene que ver con la Fórmula 1 e Internet, se quedó atascado en la época del router dial-up.

LA CESÁREA


Resulta incomprensible como, en pleno siglo XXI, una época en la que la categoría ha perdido popularidad y exposición por los cambios en los hábitos de consumo y por una cierta pérdida de espectacularidad, la Fórmula 1 siga impidiendo que los aficionados, los encargados principales de que el circo siga de gira (por mucho que los paises del Golfo Pérsico y las marcas involucradas quieran hacer creer lo contrario), puedan compartir su afición con otros, e influir en que otros se aficionen también. ¿Para qué? Mejor recluir todo el contenido a los canales de pago a nivel mundial, a una web cuyo diseño y funcionalidad es de risa en comparación con el de otras disciplinas, y a una cuenta de Twitter que hasta principios de 2015 sólo funcionaba como un bot que suministraba obsoletos calendarios.

Otras categorías principales, mientras, han aprendido a abrazar Internet, y a crecer junto a él. El DTM, una categoría que vende sus derechos globalmente, se emite íntegramente en YouTube en alta definición, en inglés y alemán. La Fórmula E hace lo propio con los países que no la retransmite, y ha potenciado el uso de las redes sociales hacia nuevos límites de integración (aunque se esté más o menos de acuerdo con el FanBoost). La IndyCar sube al completo sus carreras la misma semana en su canal de YouTube, amén de carreras históricas de forma ocasional, y al igual que la NASCAR, permite que los usuarios suban carreras antiguas sin miedo a un strike…

Como vemos, el problema no es ni mucho menos de YouTube. El problema principal es que la Fórmula 1 no ve a Internet como un aliado, como una herramienta útil, como un medio esencial para prolongar y mantener su posición. Lo ve como un enemigo al que hay que hacer frente, como un incordio moderno, como el pirata que viene a robar sus millones y destruir su deporte. Una postura totalmente hipócrita respecto a su pretendida apertura en redes sociales, un equivalente de hablar mal a las espaldas de alguien. La llegada de Liberty Media no cambiará eso, no a corto plazo. Poco se les puede discutir su efectividad a la hora de generar beneficios, pero estoy bastante convencido de que un mayor aperturismo no arruinaría a nadie.

Y lo peor de todo es que, como desconocen Internet, no saben diferenciar. Da absolutamente igual que el documental “España en la Fórmula 1” no reporte un solo euro a su creador, quien conscientemente ha renunciado a ello. “No, no puede llevar a cabo una labor que nosotros somos incapaces de hacer con todos los medios que tenemos a nuestra disposición”. Mientras, cualquiera puede emplear tres segundos en encontrar carreras completas de Fórmula 1 en YouTube utilizando el truco del marquito. Algo absolutamente fabuloso, de no ser porque esos vídeos si que están monetizados y dando beneficios a personas que apenas invirtieron 10 minutos en procesar dichos vídeos

No os preocupéis, FOM. A pesar de vosotros, el documental se publicará, os guste o no. Aunque haya que hacerlo en un servidor alojado en las Islas Vírgenes Británicas, se subirá, y la gente podrá verlo. Porque no tenéis derecho a impedir que el trabajo de 6 meses vea la luz. Porque no tenéis derecho a que un acto libre de toda retribución y amparado por la ley que vosotros utilizáis en contra de Internet sea bloqueado. No habéis entendido nada. Este artículo, y el documental en sí, no son más que dos gotas de agua en una presa a medio llenar. Pero pronto empezará a llover.